Juego Riesgoso

Los niños al jugar buscan el riesgo. Es la manera en que naturalmente aprenden a medir sus límites, a conocerse física, mental y emocionalmente. El riesgo es inherente al juego, y aunque es nuestra responsabilidad mantener a los niños fuera de peligro, si los mantenemos sin posibilidad de explorar el riesgo, estamos perjudicando más de lo que ayudamos.

El cortex prefrontal del cerebro es el encargado de manejar el riesgo y controlar las emociones. La manera en que se desarrolla es tomando riesgos. Sin la formación adecuada de esta parte del cerebro, la toma de decisiones se hace más difícil de asesorar durante el resto de sus vidas.

«Cuando sobre-protegemos a los niños, lo que hacemos es limitar el desarrollo de sus cerebros y crecen sin las herramientas necesarias para juzgar sus propias limitaciones»

Teacher Tom

Si los niños no tienen la oportunidad de tomar riesgos cuando lo piden y lo necesitan, los tomarán más adelante. Lo harán tal vez luego a espaldas de sus cuidadores asumiendo un riesgo aún mayor. Lo harán sin experiencia y con cuerpos menos flexibles y más grandes, que implicará seguramente una mayor probabilidad de sufrir un accidente. En la medida en que los niños pueden tomar pequeños riesgos frente a sus cuidadores, les permitimos un desarrollo sano de sus cerebros, de su cuerpo físico y emocional, mientras que los mantenemos suficientemente lejos del peligro.

Nuestro objetivo como papás, profesores, facilitadores o cuidadores en general es el de poder equilibrar la posibilidad de asumir riesgos sin ponerlos en peligro. Para esto, conocer el tipo de riesgos que asumen y cómo podemos intervenir (o no hacerlo) para mantenerlos seguros es de gran importancia.

La investigadora y profesora de educación física noruega Ellen Beate Hansen Sandseter ha estudiado a fondo el juego riesgoso, sus implicaciones para el desarrollo de los niños y cómo promoverlo de manera segura. Ella ha desarrollado 6 categorías:

  • Alturas: tradicionalmente este riesgo se asumía en los árboles o formaciones rocosas. Hoy en día los niños usan sobretodo las estructuras de juego que diseñamos para ellos. Lo importante es no ayudarles a llegar más alto, ya que si no son capaces de alcanzar una altura por sí mismos, quiere decir que no están listos para estar ahí y estamos incrementando el riesgo por fuera de sus capacidades. Usar frases como «dale, no pares, no mires abajo, tú puedes, vamos valiente» los pueden presionar a asumir cosas para las que no están listos. De la misma forma, decir «cuidado, peligro, ¡ay!, te vas a caer» les quita el foco de lo que están haciendo, les quita confianza y aumenta significativamente el riesgo.
  • Altas velocidades: se logra corriendo muy rápido o montando en vehículos como triciclos o patinetas. Podemos adecuar espacios seguros donde puedan explorar la velocidad. De nuevo, si el adulto interfiere y los empuja en el carrito, les llevará a una velocidad que no pueden controlar y puede hacer la situación peligrosa.
  • Herramientas: en alguna época pudo haber sido suficiente jugar con palos y piedras. Las herramientas han evolucionado con los humanos, y ahora tenemos herramientas de agricultura, limpieza, construcción, tecnología y artísticas entre otras. Las herramientas no son para juego libre, deben tener un propósito y en este caso asegurarse que haya un acompañamiento adulto. Es importante tener reglas claras para su uso y un entorno que permita tener el espacio y la disposición para su uso.
  • Elementos peligrosos: son elementos como el agua, el fuego y el barro. Tal vez uno de los más vitales para jugar es el agua, que permite experimentar y ganar confianza, además de utilizar los sentidos y crear una relación con un elemento vital para nuestra supervivencia.
  • Juego rudo o patanería: este tipo de juego se puede ver violento, pero es esencial para el desarrollo. Es un juego en que los niños naturalmente ponen límites, pero podemos ayudarles a llegar a acuerdos tales como no morder, no patear, tener cuidado con cabezas y cuellos, detenerse si alguien pide parar… Brindar espacios por ejemplo de colchonetas para poder jugar a esto y tener un espacio para salir a descansar es clave para la regulación.
  • Desaparecer o esconderse: esta necesidad puede ser la más asustadora, es la fascinación por no poder ser visto, salir del radar adulto. Podemos brindar espacios para esconderse como cajas, casitas o cobijas donde puedan explorarlo sin que el adulto los pierda realmente del radar.

Pero además de los riesgos físicos, existen otro tipo de riesgos que los niños exploran y hacen parte esencial de sus juegos.

  • Intelectual: este es uno de los riesgos que más recordamos del colegio. Por medio de las notas y la necesidad de corregir y obtener siempre respuestas correctas creamos un miedo al error. Debemos quitarle el estigma al error, buscando no enfocarnos en las respuestas correctas o incorrectas. Podemos hacerlo aceptando nuestros propios errores sin darle demasiada importancias. También dejar de corregir constantemente a los niños. Lo importante es estar atentos a los procesos de pensamiento, ya sea que hoy tienen la respuesta correcta o la tienen mañana, no interesa. La clave es que estén explorando y pensando.
  • Emocional: cuando un niño dice «¿puedo jugar contigo?» está tomando un riesgo gigantesco, ya que la mayoría de las veces la respuesta será «no». Sentirse incluido y excluido, así como incluir y excluir a otros de los juegos es algo que los niños buscan explorar desde todas las perspectivas. En edades tempranas el matoneo es sumamente raro, y estos comportamientos deben ser manejados sin etiquetas. Más que prevenir que sucedan, debemos crear un espacio seguro donde las emociones puedan ser expresadas y escuchadas. Podemos también enseñarles a participar e incluirse con otro lenguaje, de tal manera que en vez de preguntar «¿puedo jugar contigo?» digan algo como «¿a qué juegas?». Y en vez de responder «no», pueden decir «en este momento no, pero podemos jugar más tarde».

El rol del adulto para manejar cada riesgo es vital. El adulto debe permanecer vigilante e interferir lo menos posible en los procesos de pensamiento de los niños. Debemos reducir en lo posible el uso de la palabra «cuidado». Esta palabra es ambigua, y crea un estado de alerta e incertidumbre en los niños que no les ayuda realmente a prevenir el riesgo. Estas son algunas de las frases que podemos usar, las cuales fueron tomadas de Wildlings Forest School, son:

Como adultos, tendemos a tener un pensamiento catastrófico. Vemos a un niño sobre una mesa, y nuestras mentes inmediatamente lo imaginan cayendo de cabeza contra una superficie dura. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los niños no cumplen nuestras profecías. Si se les permite desde un inicio asesorar su riesgos, los niños buscar hacer las cosas con cuidado. Nadie quiere hacerse daño, ellos saben lo que esto significa. Y aunque no siempre lo logran, si no los dejamos intentarlo y los desconcentramos de su actividad con nuestros llamados de «cuidado» y nuestras manos que los arrastran hacia lugares seguros sin preguntar, hacemos que sus riesgos sean cada vez mayores porque no aprenden a manejarlos.

El riesgo es, entonces, una parte inherente del juego y del desarrollo normal y natural de los niños. Saberlo proporcionar de manera tal que no sea peligrosa y que permita todo el desarrollo cerebral, emocional y físico que trae consigo es una de nuestras labores más importantes como cuidadores.

Una respuesta a “Juego Riesgoso”

  1. Que interesante el planteamiento de los juegos, son como son por un motivo y la intervención mínima para la seguridad de los niños. Muchísimas gracias por este blog y el proyecto suena interesantísimo!

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